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Las personas que padecen una enfermedad crónica deben tener necesariamente contactos repetidos con muchos profesionales, que cambian a lo largo del tiempo y que trabajan en dispositivos asistenciales poco vinculados. Es bien conocido que este contacto múltiple y las intervenciones que se realizan en diversas instituciones, con niveles de coordinación mejorables, son una fuente de sufrimiento evitable por el paciente y, a la vez, representan situaciones de riesgo. La gestión del tiempo es un ejemplo de sufrimiento evitable relacionado con la manera de organizar la atención. Las duplicaciones de pruebas o de visitas, la difuminación de la información o la pérdida de datos son riesgos inherentes a los movimientos por un sistema sanitario demasiado fragmentado.
Los modelos transicionales quieren analizar el impacto de este movimiento del paciente por el sistema sanitario, del paso de un dispositivo a otro o del cambio de profesional que lo atiende (entendidos todos estos cambios con el nombre genérico de "transiciones" ). El modelo de trabajo en red es una buena aproximación para superar estas barreras. Pero quizá es más útil empezar a hablar de ecosistema sanitario más que de red. Todos los integrantes de un ecosistema, además de relacionarse como en una red, además influyen mutuamente.
Por otra parte, no es posible dejar de lado la perspectiva del paciente. El reto no es pedir al paciente que quiere (tal vez no lo sabe o no le hemos explicado bien lo que puede esperar). El reto es pedirle que no le gusta (esto sí que lo sabe bien) y comprometernos a introducir mejoras. Por tanto, la transición del paciente para el ecosistema sanitario no se puede analizar independientemente de la experiencia del paciente (y del cuidador).