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Hace tiempo que el desarrollo ha dejado de ser visto como un asunto puramente económico, en manos de técnicos. Hoy en día, la mayor parte de los expertos dan una importancia vital a los valores y a las dinámicas que una sociedad ha interiorizado. Esto explica la importancia atribuida a la democracia (libertad individual e iniciativa) o al capital social (participación y confianza). El problema es que nadie sabe cómo impulsar o, al menos, catalizar, esta interiorización, vistos los fracasos de la transposición del mito ilustrado de la educación, tanto en la empresa colonial como en la cooperación, en la actividad misionera como en la formación laica.

Muchos expertos han puesto sus esperanzas en la urbanización rampante del continente africano. La idea es que la expansión de modelos de vida urbanita debería promover-en un contexto internacional favorable-la constitución de verdaderos ciudadanías, de sociedades civiles. Recurriendo al francés: la citadine y el citadin deberían dar paso a la citoyenne y al citoyen. En África, sin embargo, la evolución de las sociedades pone en duda esta metamorfosis. La innegable expansión urbana al sur del Sahara está marcada muy a menudo bien por una fuerte vinculación con el mundo rural, bien por una reproducción de valores y formas de hacer del mundo rural. Esta "invasión campesina" está produciendo cambios notables tanto en las comunidades rurales-supuesto patrón y anclaje de esta ruralización-como en la adecuación de las urbes africanas al modelo cosmopolita de una globalización vista desde un prisma muy occidental. El resultado es un pluralismo que desborda ampliamente el grado de diversidad "permitido" en las sociedades desarrolladas.Para algunos autores, esta trayectoria es un efecto perverso de un legado colonial incompleto y faccioso, materializando el principal obstáculo para un verdadero desarrollo de las sociedades africanas. Para otros, es consecuencia de la singularidad histórica africana, atesorando vías propias de participación en el tiempo contemporáneo, una oportunidad y, en todo caso, una alternativa obligada a la incapacidad evidente de las propuestas de técnicos e ideólogos del desarrollo, incluso en sus versiones más sostenibles o postmodernas.
El eje del curso sigue siendo, como en pasadas ediciones, consolidarse como un foro de reflexión sobre el rol de las culturas africanas en el desarrollo, buscando convertirse en un punto de encuentro referencial en el ámbito del estado español y más allá.