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A pesar de que los espacios de la producción de alimentos son espacios eminentemente rurales, los alimentos forman parte de la historia de las ciudades desde su nacimiento. A lo largo del tiempo, la comida ha condicionado la forma como las ciudades se diseñaban, se planificaban y se organizaban. A la inversa, también podemos considerar que la morfología de las ciudades, la arquitectura y el espacio público, han condicionado la forma como nos hemos estado relacionando con los alimentos. La comida nos permite mirar la ciudad de otra forma.
Los análisis centrados en la comida, cada vez más habituales en EEUU, Canadá y el norte de Europa, permiten una aproximación sistémica y global al desarrollo local a partir de enfoques innovadores. Así, el análisis de la forma como producimos alimentos, como los distribuimos, como los almacenamos, como los comercializamos, como los consumimos o como gestionamos sus residuos nos abre un campo de gran potencial para explorar en el ámbito de las políticas urbanas y territoriales (planeamiento, energía, residuos, movilidad, agricultura), pero también en el de los estilos de vida, los hábitos de consumo, la actividad económica, la educación y la salud, para citar tan sólo algunos de los que tienen un impacto indiscutible en el desarrollo de las comunidades y la calidad de vida de las personas.
El Pla Estratègic Metropolità de Barcelona, en colaboración con el Área Metropolitana de Barcelona,  el
Institut d’Estudis Regionals i Metropolitans y el Ayuntamiento de Barcelona está impulsando la Carta Alimentaria Metropolitana, que tiene que servir para establecer un marco de trabajo común en el ámbito de las políticas alimentarias para los actores que intervienen en el sistema alimentario metropolitano. Con este curso se quiere contribuir a la aportación del conocimiento y el debate que debe permitirlo.